Por donde comenzar... quizás por
agradecer a nuestras familias, amistades, compañeros de viaje y a
cada una de las personas encontradas en el camino ¡GRACIAS!
Nuestra nueva vida comenzó el 10 de
diciembre de 2014, esa última noche con los nervios a flor de piel,
llenos de incertidumbres, con nuestras bicicletas encajadas y todos
nuestros bártulos esperando ser cargados.
El 11 de diciembre amanecimos más
temprano que de costumbre, para las últimas despedidas, las mejores,
que nos acompañaron al autobús rumbo al aeropuerto Madrid Barajas.
Una vez allí nos recibieron nuestras madres con todos sus nervios y
preocupaciones. Pesamos, demasiadas cosas, ¿todas necesarias?
Probablemente no, pero ese día sí.
Una vez pasado el primer control ya
estábamos solos, cruzamos el océano atlántico, el viaje había
comenzado, casi sin darnos cuenta. Llegamos a una serie de terminales
a 23ºC, por las que ir de aquí para allá con grandes cajas, no
olvidaré la imagen de las bicicletas en el scaner.
Y por fin, otro vuelo que nos llevaría
a destino: Ushuaia. Un aeropuerto pequeño, casi acogedor. Con un
gran hall donde ajustar cada tornillo, cada tuerca, ambos pedales,
sillín y manillar a punto, ruedas hinchadas, todo cargado y a
pedalear, o a intentarlo. Pensé: Joder, que viento, como pesa esto y
encima llueve.
Ahora 5 meses después, con más de
5.000 kms recorridos, seguimos recortando cachitos de diferentes
carreteras para armar nuestra ruta. Comenzamos en Bahía La Pataia al
Sur de Isla Tierra del Fuego, Argentina, el final de la ruta 3.
Dentro del Parque Nacional Tierra de Fuego rodeados de una vegetación
y una fauna nunca vistas, ascendimos al Cerro Guanaco, nuestra
primera cumbre andina. De allí partimos acompañados de Wifi,
nuestro perro por más de 200 kms.
Con el viento en contra llegamos al
pequeño pueblo de Tolhuin, donde unas empanadas nos dan la
bienvenida en la Panadería La Unión, nuestra primera y grata
acogida. Colaboramos en la elaboración de pan y facturas,
disfrutando de la compañía de sus trabajadores y degustando sus
exquisitos productos a la orilla del imponente Lago Fagnano.
En un día de fuertes ráfagas con la
sensación de pedalear con las ruedas pinchadas, sacudidos al paso de
los camiones conseguimos que unos pescadores nos acerquen hasta Río
Grande. De allí nos decidimos a abandonar la isla rumbo a Punta
Arenas, donde nos recibe Cristian, el mejor anfitrión, con el que
celebrar la Navidad. Volvemos a movernos por la ciudad en bicicleta,
una delicia, una de esas cosas que se echan de menos de Zaragoza.
Regresamos por un par de días a la Isla para observar una pequeña
colonia de Pingüinos Rey.
Desde allí comenzamos la Ruta 9,
siempre rumbo Norte, llegamos a Puerto Natales, donde aparcaremos
nuestras monturas para disfrutar durante 9 días del Parque Nacional
Torres del Paine, la imagen del Glaciar Grey, el amanecer bajo las
Torres, las liebres correteando, ríos de aguas esmeralda y
cristalinas, nos dejan maravillados.
Continuamos por la 9 norte, nos
saltamos el primer desvío a la Cueva del Milodón, tomando asado con
la familia Mancilla. Rumbo al Calafate, rodamos por la afamada Ruta
40 una secuencia de extensas rectas por las que circulamos con viento
en contra y a favor, nos rodea la pampa, grandes extensiones con
pequeñas plantas y Guanacos saltando de aquí para allá. Pero antes
de llegar a nuestro destino, nos toca nuestro primer tramo de ripio
(camino no asfaltado), el atajo de Esperanza, donde Fabián nos
prepara una deliciosa cena compartida en una pequeña Gendarmeria.
Encontramos Río Bote, un paraíso a
orillas de un río rodeado de grandes chopos, en mitad de la pampa
simula un oasis en mitad del desierto. Allí compartimos cena y
experiencias con Pablo Olias, Titiribici.
En el camino conocemos a Matías, Diego
y Javi, el Chile Team con los que avanzamos por la Ruta 23 que nos
lleva hasta el siguiente paraíso en el Chaltén, la casa ciclista el
Charito, donde Flor y su familia nos reciben rodeadas, como siempre,
de otros cicloviajeros. Allí tomamos una semana para disfrutar de
las vistas del Fitz Roy, entre lagos y glaciares.
Salimos con un nuevo compañero de
viaje, Tom, dispuestos a atravesar el Lago del desierto y la dura
frontera de Candelario Mansilla hasta Chile. Menos mal que nos
cargamos de fuerzas, comida y paciencia para las duras etapas. En un
pequeño barco atravesamos el lago, que nos deja frente a la
Gendarmeria donde nos sellan los pasaportes de salida y nos dan unas
breves explicaciones de como atravesar la frontera, comemos antes de
salir y listos. Primero avanzamos con las bicicletas cargadas con un
par de alforjas, empinadas cuestas en el fondo de un estrecho sendero
nos dan la bienvenida, allí las dejamos y volvemos a por el resto de
nuestros bultos, y así sucesivamente hasta caer la noche, caminando
en barrizales, metiendo la pata en ríos, encontramos un buen lugar
para acampar, cocinar unas ricas lentejas y calentarnos entorno al
fuego. Siempre con una sonrisa en la cara. Así llegamos a Chile
donde disfrutar por última vez de la vista del Fitz Roy y
aproximarnos a orillas del Lago O`Higgins.
Navegamos durante 12 horas en el barco
de Pirincho, visitando cada una de las estancias. La Carretera
Austral nos da la bienvenida ya de noche, por lo que pedaleamos
cambiando a ciegas. En la mañana descubrimos Villa O´Higgins donde
podemos participar en las emisiones de la radio libre Madipro y pasar
unos días entre los que ya consideramos nuestros amigos, que
estuvieron ahí, compartiendo con nosotros su vida en la Patagonia.
En una de las situaciones más rocambolescas del viaje, descubrir que
nos habían clonado la tarjeta de crédito, sacando poco a poco
nuestros ahorros desde Filipinas, por suerte el seguro de la tarjeta
se hizo cargo de todo, por lo que este episodio solo se queda en el
recuerdo como un baque superado más.
La Ruta 7 más conocida como Carretera
Austral en dirección norte, ha sido sin duda uno de los tramos más
duros, al mismo tiempo nos han seducido sus paisajes, su sube y baja,
sus ríos, lagos, refugios, ciclistas
encontrados en el camino y la magia de la Región de Aysén. En cada
lago o río con aguas turbias Tom y Mikel pescaron ricas truchas, que
cocinamos a las brasas. Dormimos en cada refugio a pie de ruta,
atravesando en ferry los grandes ríos.
Cochrane fue el
primer pueblo donde encontramos el mejor zapatero remendón para
reparar las castigadas zapatillas, recargar de comida nuestras
alforjas y comunicarnos con la familia. Fuimos dejando los desvíos
hacia los puertos para salir a Chiloé de lado, pues no queríamos
abandonar nunca de esa naturaleza casi virgen. Así llegamos hasta
Coyahique, lo que nos pareció una gran ciudad con su caótico
tráfico, por suerte nos indicaron como llegar a la casa ciclista de
Boris, donde una cuadrilla de ciclistas nos recibieron. Compartir un
baño, una cocina y un par de patios, de repente se hace fácil.
A pedales
llegamos a las capillas de mármol donde ver amanecer sobre unos
kayaks, escalar un poco y maravillarnos ante la poderosa naturaleza
moldeando el duro material.
Atracados, cual barco pirata quedamos
en el Puerto Raúl Marín Balmaceda con rumbo a Chiloé con la firme
intención de descubrir la próxima Región de los Lagos. Allí nos
acogen para hacernos sentir como en casa. Puerto Montt, será una
nueva experiencia urbana donde dejarnos envolver por el tráfico y
liberarnos con la salida por la odiosa aunque práctica Ruta 5 de 4
carriles, amplios arcenes y elevadas velocidades.
Puerto Varas nos pone a dibujar dentro
del museo Pablo Fierro, junto al volcán Calbuco que recientemente
entro en erupción dejando extensas nubes de ceniza y junto al volcán
Osorno, que solo nos dejo ascender hasta la mitad de su cono, en un
esfuerzo titánico. El cansancio nos acompaño hasta la frontera de
Cardenal Samore.
Casi en Argentina, conocimos el joven
espíritu de Dominic y Michel. Recorrimos la Ruta de los Siete Lagos
bajo la lluvia y el sol. Con un reencuentro que estoy segura no
olvidaremos nunca, Los barbudos brasileños. No nos pudimos resistir
a regresar a Chile, trayendo a Lucas.
Camino a Villarrica nos encontramos con
Álvaro Neil, biciclown y su amada Karma. Pasamos unos días en la
granja de Pancha, Hans, Sol y Melian para desconectar del pedaleo,
trabajando y aprendiendo nuevas habilidades. Hasta la partida a
Temuco donde bajo una intensa lluvia solo podíamos pensar en conocer
a Lea y su ducha caliente.
La Región del Bío Bío nos acoge, en
Temuco Chico nos hacen levantar nuestro campamento para llevarnos con
la familia Antileo Sanhueza, nos descubre el arte de Maximiliano
Muster Krauss, nos reencuentra con Natalie que nos presenta a su
familia, casi con la Zaragozana Merce.
Seguimos durmiendo en nuestro
amplio hotel de las mil estrellas, como bien lo llama Paris en el
observartorio Elke en Penco a escasos metros del Océano Pacífico,
colaborando en una actividad astronómica en el colegio de Lirquén.
Así llegamos hasta las playas al sur
del río Itata, a través de unas pendientes casi perpendiculares
donde Mikel pincha por primera vez durante, varias personas colaboran
con: dinero, pan, bebida, plátanos y acogiéndonos en sus hogares
como la familia Fernández Vega en Vegas del Itata y la familia
Ceballo. Como en casa nos hace sentir el cuerpo de bomberos de
Cobquecura.
Mientras la niebla comienza a inundar
las heladas mañanas, que anuncian la llegada del invierno, del que
seguimos huyendo en dirección norte, con un tranquilo pedaleo.